Cuando uno viaja por un tiempo a Colombia y tiene que hacer una reflexión final de lo que ha vivido y sentido durante la experiencia allí, es complicado resumir pensamientos y sentimientos contrapuestos que se van experimentando y que van creando una nueva conciencia más consciente.
Primeramente tengo que decir que es un país que impresiona de primeras, miras desde el avión al sobrevolarlo por primera vez y todo es verde, un verde diferente al que estamos acostumbrados en Europa y sobretodo en la península, un verde que se te mete en la retina y que es difícil de olvidar.
Al principio de mi llegada todo fue confuso, mucho caos y estrés caracterizan a Bogotá, la capital colombiana, y por ejemplo, uno puede estar viviendo en Bogotá, sin salir de allí, y no ser consciente de que en Colombia hay un conflicto armado y social.
Esta ciudad es una especie de burbuja que intenta asemejarse a occidente, pero sin llegar a serlo, conservando los trazos y costumbres de la idiosincrasia colombiana. Se caracteriza aparte de lo citado, por sus obras de construcción y su brutal extensión (40km de punta a punta).
Esta idiosincrasia colombiana se ha construido trágicamente a caballo con el conflicto armado que azota el país desde hace más de 40 años.
Sólo hay que salir de la capital para ver que es un Estado de vigilancia permanente, en que hay controles militares y policiales de manera casi ininterrumpida y constante en las carreteras. Estas carreteras, sufren la fuerza de los inviernos colombianos (época de lluvias) siendo este último uno de los peores de la historia, con varios muertos y poblaciones destrozadas por desbordamientos de ríos e inundaciones.
Cuando te acercas a las regiones más afectadas por el conflicto, es entonces cuando te das de lleno con la realidad y es entonces cuando puedes entender muchos de los conflictos que suceden en el mundo.
No es casualidad que las zonas en conflicto sean zonas con abundantes recursos naturales, a la espera de ser explotadas por multinacionales ansiosas de beneficios económicos.
Estas zonas suelen estar controladas por terratenientes llegados a sangre y fuego.
Hablas con los campesinos que allí viven y ves el miedo en sus ojos, en el ambiente, un miedo que los penetra y no los deja casi ni pensar ni actuar, un miedo forjado con muertes de amigos, familiares y compañeros y una sensación de estar en un sitio donde la vida no vale nada, donde te pueden matar por defender lo que has trabajado y construido durante toda tu vida.
Ves como estas en un territorio en donde el Estado no tiene control, donde abundan los sicarios y paramilitares a sueldo que actúan con total impunidad y van amenazando y hostigando a las personas que se quieren quedar en sus tierras por justicia social.
Estas en un territorio donde la presencia del Estado se resume a unos militares que luchan contra no se sabe qué, dificultando y poniendo en peligro a la población civil, con la excusa de que hay guerrilla, realizando registros a la gente y tachando a todo el que luche por su tierra de guerrillero o posible guerrillero.
Estás en el Estado de los falsos positivos (civiles muertos por militares presentados como guerrilla), en que el gobierno (sobretodo durante el periodo de Uribe) es complice de masacres dentro de la denominada parapolítica, y estas también en un Estado donde las escuchas ilegales a organizaciones sociales, campesinas, y de derechos humanos es algo normal y la corrupción es constante dándose a todos los niveles.
Y así pasan los días y nada cambia, todo sigue igual, te dicen por la televisión que el problema en Colombia es la guerrilla y la droga, pero no te lo crees, porque ya has visto que la cosa es mucho más compleja que eso. Además ves como la droga, como también las telenovelas y el sensacionalismo barato que venden por televisión, sirven para desviar y ocultar a la población el problema real que tiene Colombia, que es la lucha por la tierra, y que la droga es sólo un combustible que alimenta el conflicto. Te vas creando una conciencia, pero te das cuenta de lo complicado y maquiavélico del asunto.
El conflicto colombiano viene pues de una brutal falta de reforma agraria y por la gran concentración territorial en manos de empresas y terratenientes.
Convives con la gente y ves la alegría con que hacen las cosas y la felicidad que existe, aún y las situaciones complicadas que se viven y te das cuenta que tu presencia allí apoyándolos y acompañándolos les hace más fuertes.
Te ofrecen todo lo que tienen y ves su optimismo en que en el futuro todo será mejor.
Pero la cosa se está complicando actualmente todavía más, auspiciado por EEUU y la UE, el conflicto colombiano está lejos de superarse, los nuevos TLC's (Tratados de Libre Comercio) que se quieren firmar, ya que el gobierno Santos está deseando que ello ocurra, abrirán un nueva etapa a la explotación permanente de recursos y el pueblo colombiano tendrá que seguir luchando y reclamando lo que es suyo.
En todo este tiempo, si de algo me he dado cuenta, es que viajar a Colombia es ir a ver el diagnóstico del estado del mundo. Un sistema internacional basado en la economía capitalista, se caracteriza por sus ansias de acumulación de riquezas y expansión de capital, pero también por la violencia y, Colombia, segundo país del mundo en biodiversidad, es el reclamo del capital para su explotación y beneficio personal. Las consecuencias: muertes, desplazamientos, tristeza, injusticias y una violencia constante, la cual ha impregnado todos los aspectos de la vida social colombiana y ha marcado trágicamente su historia.
Tengo pues sentimientos de rábia y esperanza como creo que tienen gran parte del pueblo colombiano, la cuestión está en que no nos quiten las ganas de seguir soñando en que, esta pesadilla, acabe finalmente.
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