Para poner punto y final a la experiencia ecuatoriana decidimos ascender, el colega mejicano (Arturo) y yo, un cinco mil, ni tan cortos ni tan perezosos, concretamente el Illiniza Norte porque tenía un refugio a 4.700m que permitía afrontar la ascensión con descanso.
Así pusimos rumbo desde Quito (que era nuestro cuartel de operaciones) hasta un pueblo llamado Machachi a unos 50 km al sur de la capital. De allí contactamos con el guarda del refugio que casualmente se encontraba en el pueblo y por un módico precio de 20 dólares nos subió hasta un parking llamado "La Virgen", y no se llama así por estar a 3.900m y en un paraje espectacular, sinó porque alguien puso allí una virgen.
El día no parecía muy propicio para subir a la montaña, pues había niebla y el viento soplaba con fuerza, pero nos armamos de valor y empezamos la aventura.
Nos encontramos con un grupo de personas que nos dijeron que había hielo cerca de la cumbre y que era imposible ascender pero que como el clima era cambiante alomejor mañana hacía un sol espectacular. La subida no fue muy larga, pero la parte final hasta el refugio es una pendiente muy empinada (unos 45 grados) con arena y piedras que dificultaban la ascensión, ya de por si dificultosa por estar a más de 4000 metros.
Tardamos un par de horas en llegar al refugio. Nos recibió el guarda y nos sirvió un té para entrar en calor, curiosamente en el refugio hacía el mismo frío que fuera, con lo que nos costó entrar en calor. Cocinamos unos macarrones e intentamos encender un fuego de leña, pero la temperatura era tan baja (cerca de 0 grados) que no se mantenía mucho rato encendido y finalmente desistimos. Al llegar la noche las nubes se fueron y pareció que iba a aclarar, dejándose ver la cima en una estampa espectacular. Pero nada más lejos de la realidad, cuando una montaña no te deja subir, es imposible, y al día siguiente amaneció (después de una de las noches que más frío he pasado en mi vida) incluso peor, con todo lleno de hielo y aún mas frío y más viento. Decidimos bajar y dar por finalizada nuestra aventura, pues hubiera sido peligroso intentar hacer cima. Una lástima.
Fotos Illiniza:
Volcán Quilotoa:
Después del fracaso al intentar la cima de cinco mil, volvimos a Quito. Allí conocimos a una pareja de estadounidenses que nos recomendaron visitar el volcán Quilotoa de 3900 metros de altitud y al que se podía llegar relativamente fácil. La característica y atractivo principal es que no erupciona desde el 1800 y desde entonces una laguna cubre su cráter.
Para redimirnos fuimos para allí, viajando primero a Latacunga y de ahí cogimos un bus hasta un pueblo perdido en las montañas llamado Zumbahua, en donde habían varios mercados artesanales de indígenas. Zumbahua queda muy cercano a lo que es el volcán, y cogimos una camioneta que nos llevó cerca del cráter.
Y tenía razón la pareja, al llegar al volcán uno tiene la sensación de estar viendo algo único en el mundo. El cráter es espectacular, grande y con un lago que ya gustaría de ver en los Pirineos por ejemplo. Una vez en la base del cráter, bajamos hasta el lago. La bajada no tiene ninguna complicación, pero la subida es muy pronunciada y no da tregua haciéndose en algunos momentos bastante dura por la cantidad de arena que había.
Fue una bonita despedida, pues de allí ya cada uno siguió su viaje, poniendo fin, esta vez sí, a la experiencia ecuatoriana.
Para viajar hasta la frontera, tuve la ocasión de experimentar el autostop (ir a dedo), pues en Ecuador es bastante fácil que te coja un coche y te lleve. Yo tuve la suerte de viajar desde Otavalo hasta la frontera (unos 150 km) en un par de coches con este método y la verdad es que te ahorras un dinero y se te hace más ameno el viaje, conociéndo gente nueva, aunque cabe decir que el transporte tampoco es excesivamente caro en este país.
Fotos Quilotoa:
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