jueves, 30 de junio de 2011

Reflexión Final: Colombia, reflejo del estado del mundo

Cuando uno viaja por un tiempo a Colombia y tiene que hacer una reflexión final de lo que ha vivido y sentido durante la experiencia allí, es complicado resumir pensamientos y sentimientos contrapuestos que se van experimentando y que van creando una nueva conciencia más consciente.

Primeramente tengo que decir que es un país que impresiona de primeras, miras desde el avión al sobrevolarlo por primera vez y todo es verde, un verde diferente al que estamos acostumbrados en Europa y sobretodo en la península, un verde que se te mete en la retina y que es difícil de olvidar.
Al principio de mi llegada todo fue confuso, mucho caos y estrés caracterizan a Bogotá, la capital colombiana, y por ejemplo, uno puede estar viviendo en Bogotá, sin salir de allí, y no ser consciente de que en Colombia hay un conflicto armado y social.
Esta ciudad es una especie de burbuja que intenta asemejarse a occidente, pero sin llegar a serlo, conservando los trazos y costumbres de la idiosincrasia colombiana. Se caracteriza aparte de lo citado, por sus obras de construcción y su brutal extensión (40km de punta a punta).
Esta idiosincrasia colombiana se ha construido trágicamente a caballo con el conflicto armado que azota el país desde hace más de 40 años.
Sólo hay que salir de la capital para ver que es un Estado de vigilancia permanente, en que hay controles militares y policiales de manera casi ininterrumpida y constante en las carreteras. Estas carreteras, sufren la fuerza de los inviernos colombianos (época de lluvias) siendo este último uno de los peores de la historia, con varios muertos y poblaciones destrozadas por desbordamientos de ríos e inundaciones.

Cuando te acercas a las regiones más afectadas por el conflicto, es entonces cuando te das de lleno con la realidad y es entonces cuando puedes entender muchos de los conflictos que suceden en el mundo.
No es casualidad que las zonas en conflicto sean zonas con abundantes recursos naturales, a la espera de ser explotadas por multinacionales ansiosas de beneficios económicos.
Estas zonas suelen estar controladas por terratenientes llegados a sangre y fuego.
Hablas con los campesinos que allí viven y ves el miedo en sus ojos, en el ambiente, un miedo que los penetra y no los deja casi ni pensar ni actuar, un miedo forjado con muertes de amigos, familiares y compañeros y una sensación de estar en un sitio donde la vida no vale nada, donde te pueden matar por defender lo que has trabajado y construido durante toda tu vida.

Ves como estas en un territorio en donde el Estado no tiene control, donde abundan los sicarios y paramilitares a sueldo que actúan con total impunidad y van amenazando y hostigando a las personas que se quieren quedar en sus tierras por justicia social.
Estas en un territorio donde la presencia del Estado se resume a unos militares que luchan contra no se sabe qué, dificultando y poniendo en peligro a la población civil, con la excusa de que hay guerrilla, realizando registros a la gente y tachando a todo el que luche por su tierra de guerrillero o posible guerrillero.

Estás en el Estado de los falsos positivos (civiles muertos por militares presentados como guerrilla), en que el gobierno (sobretodo durante el periodo de Uribe) es complice de masacres dentro de la denominada parapolítica, y estas también en un Estado donde las escuchas ilegales a organizaciones sociales, campesinas, y de derechos humanos es algo normal y la corrupción es constante dándose a todos los niveles.

Y así pasan los días y nada cambia, todo sigue igual, te dicen por la televisión que el problema en Colombia es la guerrilla y la droga, pero no te lo crees, porque ya has visto que la cosa es mucho más compleja que eso. Además ves como la droga, como también las telenovelas y el sensacionalismo barato que venden por televisión, sirven para desviar y ocultar a la población el problema real que tiene Colombia, que es la lucha por la tierra, y que la droga es sólo un combustible que alimenta el conflicto. Te vas creando una conciencia, pero te das cuenta de lo complicado y maquiavélico del asunto.

El conflicto colombiano viene pues de una brutal falta de reforma agraria y por la gran concentración territorial en manos de empresas y terratenientes.

Convives con la gente y ves la alegría con que hacen las cosas y la felicidad que existe, aún y las situaciones complicadas que se viven y te das cuenta que tu presencia allí apoyándolos y acompañándolos les hace más fuertes.
Te ofrecen todo lo que tienen y ves su optimismo en que en el futuro todo será mejor.

Pero la cosa se está complicando actualmente todavía más, auspiciado por EEUU y la UE, el conflicto colombiano está lejos de superarse, los nuevos TLC's (Tratados de Libre Comercio) que se quieren firmar, ya que el gobierno Santos está deseando que ello ocurra, abrirán un nueva etapa a la explotación permanente de recursos y el pueblo colombiano tendrá que seguir luchando y reclamando lo que es suyo.

En todo este tiempo, si de algo me he dado cuenta, es que viajar a Colombia es ir a ver el diagnóstico del estado del mundo. Un sistema internacional basado en la economía capitalista, se caracteriza por sus ansias de acumulación de riquezas y expansión de capital, pero también por la violencia y, Colombia, segundo país del mundo en biodiversidad, es el reclamo del capital para su explotación y beneficio personal. Las consecuencias: muertes, desplazamientos, tristeza, injusticias y una violencia constante, la cual ha impregnado todos los aspectos de la vida social colombiana y ha marcado trágicamente su historia.

Tengo pues sentimientos de rábia y esperanza como creo que tienen gran parte del pueblo colombiano, la cuestión está en que no nos quiten las ganas de seguir soñando en que, esta pesadilla, acabe finalmente.

lunes, 20 de junio de 2011

Aventuras por Ecuador (II): Intento fallido al Illiniza Norte + Volcán Quilotoa

Illiniza Norte:

Para poner punto y final a la experiencia ecuatoriana decidimos ascender, el colega mejicano (Arturo) y yo, un cinco mil, ni tan cortos ni tan perezosos, concretamente el Illiniza Norte porque tenía un refugio a 4.700m que permitía afrontar la ascensión con descanso.
Así pusimos rumbo desde Quito (que era nuestro cuartel de operaciones) hasta un pueblo llamado Machachi a unos 50 km al sur de la capital. De allí contactamos con el guarda del refugio que casualmente se encontraba en el pueblo y por un módico precio de 20 dólares nos subió hasta un parking llamado "La Virgen", y no se llama así por estar a 3.900m y en un paraje espectacular, sinó porque alguien puso allí una virgen.
El día no parecía muy propicio para subir a la montaña, pues había niebla y el viento soplaba con fuerza, pero nos armamos de valor y empezamos la aventura.
Nos encontramos con un grupo de personas que nos dijeron que había hielo cerca de la cumbre y que era imposible ascender pero que como el clima era cambiante alomejor mañana hacía un sol espectacular. La subida no fue muy larga, pero la parte final hasta el refugio es una pendiente muy empinada (unos 45 grados) con arena y piedras que dificultaban la ascensión, ya de por si dificultosa por estar a más de 4000 metros.

Tardamos un par de horas en llegar al refugio. Nos recibió el guarda y nos sirvió un té para entrar en calor, curiosamente en el refugio hacía el mismo frío que fuera, con lo que nos costó entrar en calor. Cocinamos unos macarrones e intentamos encender un fuego de leña, pero la temperatura era tan baja (cerca de 0 grados) que no se mantenía mucho rato encendido y finalmente desistimos. Al llegar la noche las nubes se fueron y pareció que iba a aclarar, dejándose ver la cima en una estampa espectacular. Pero nada más lejos de la realidad, cuando una montaña no te deja subir, es imposible, y al día siguiente amaneció (después de una de las noches que más frío he pasado en mi vida) incluso peor, con todo lleno de hielo y aún mas frío y más viento. Decidimos bajar y dar por finalizada nuestra aventura, pues hubiera sido peligroso intentar hacer cima. Una lástima.

Fotos Illiniza:


Volcán Quilotoa:

Después del fracaso al intentar la cima de cinco mil, volvimos a Quito. Allí conocimos a una pareja de estadounidenses que nos recomendaron visitar el volcán Quilotoa de 3900 metros de altitud y al que se podía llegar relativamente fácil. La característica y atractivo principal es que no erupciona desde el 1800 y desde entonces una laguna cubre su cráter.

Para redimirnos fuimos para allí, viajando primero a Latacunga y de ahí cogimos un bus hasta un pueblo perdido en las montañas llamado Zumbahua, en donde habían varios mercados artesanales de indígenas. Zumbahua queda muy cercano a lo que es el volcán, y cogimos una camioneta que nos llevó cerca del cráter.

Y tenía razón la pareja, al llegar al volcán uno tiene la sensación de estar viendo algo único en el mundo. El cráter es espectacular, grande y con un lago que ya gustaría de ver en los Pirineos por ejemplo. Una vez en la base del cráter, bajamos hasta el lago. La bajada no tiene ninguna complicación, pero la subida es muy pronunciada y no da tregua haciéndose en algunos momentos bastante dura por la cantidad de arena que había.
Fue una bonita despedida, pues de allí ya cada uno siguió su viaje, poniendo fin, esta vez sí, a la experiencia ecuatoriana.

Para viajar hasta la frontera, tuve la ocasión de experimentar el autostop (ir a dedo), pues en Ecuador es bastante fácil que te coja un coche y te lleve. Yo tuve la suerte de viajar desde Otavalo hasta la frontera (unos 150 km) en un par de coches con este método y la verdad es que te ahorras un dinero y se te hace más ameno el viaje, conociéndo gente nueva, aunque cabe decir que el transporte tampoco es excesivamente caro en este país.

Fotos Quilotoa:

domingo, 12 de junio de 2011

Aventuras por Ecuador (I): Quito y el Rucu Pichincha (4696m)

Aprovechando mi estancia en Colombia y dado que tenía la posibilidad de cogerme una semana de vacaciones, aproveché para viajar al país vecino y recorrer un poco la Panamericana y los Andes.
No fue fácil llegar hasta Ecuador, pues tuve que coger un bus desde Bogotá hasta Ipiales en la frontera. En principio eran 24 horas de viaje pero un accidente en la carretera aumentó el viaje hasta las 30 horas. Si salí el día 7 de Junio a las 3 de la tarde no llegué a Ipiales hasta el día siguiente a las 9 de la noche, llegué realmente desencajado. Allí me quedé a dormir en casa de unos amigos de Elina (una compañera de la organización) y la verdad es que me trataron muy bien y me sentí muy agusto.
Al día siguiente por la mañana fui a visitar un sitio llamado Las Lajas, que es una especie de santuario construido en medio de un valle bastante espectacular.
Por la tarde ya sí, puse rumbo al paso fronterizo, sellé mi pasaporte en las dos fronteras y entré a Ecuador.

La primera población que te encuentras es Tulcán y de allí se coge un bus hasta Quito. Me costó muy barato, 4'5 dólares (en Ecuador funcionan con dólares americanos) y tardamos unas 4 horas y media.
Llegué a Quito que ya era bastante tarde, las 9 de la noche, y no tenía ningún hostal reservado, una mujer se me ofreció a acompañarme a uno por un precio razonable. Fue allí cuando conocí a un mejicano que estaba en el mismo problema que yo y nos llevaron a los dos.
Llegamos a un barrio llamado "la Alameda" muy céntrico y lleno de hostales. Nos alojamos en uno bastante cutre, pero bastante barato por 7'5 dólares.
El día siguiente lo dedicamos a visitar Quito y su centro histórico. Con el compañero mejicano había muy buena sintonía y decidimos viajar juntos. La verdad es que comparado con Bogotá, Quito es mucho más tranquilo y bastante menos contaminado, además no está tan nublado y es un poco más calido. Su centro histórico es uno de los más grandes y mejores conservados de latinoamérica y vale la pena estarse un día viendo sus calles y sus monumentos. También es recomendable subir unas cuantas escaleras y llegar hasta el parque y colina de Itchimbía a unos 2900 metros para ver las vistas sobre la ciudad.
Visitamos una escuela de artesanos (madera, hierro, costuras..), en que un profesor nos hizo una visita guiada muy interesante y finalmente fuimos al Museo de la Ciudad, el cual no estuvo mal pero dio la sensación de que le faltaba algo, pues tenía pocas explicaciones sobre el pasado de la ciudad, aunque las recreaciones de la vida pasada estaban muy trabajadas.

La comida tampoco estuvo nada mal, aunque es bastante parecida a la colombiana, aunque bajo mi punto de vista con algo más de imaginación, pues los desayunos no son sólo caldo de costilla o carne, también tienen desayunos continentales variados y platos como la fritada, el seco de chivo o la sopa la fanesca, que le dan un punto de distinción a la gastronomía ecuatoriana.
Nos cambiamos de hostal y fuimos a un hostal típico de backpackers, muy cerca del otro llamado "Revolución".

Fotos de Quito:







Al día siguiente (día 11) llegó la hora de afrontar la primera cumbre andina, el Rucu Pichincha, cercana a Quito.
Salimos pronto por la mañana a eso de las 8, para llegar a un Teleférico que nos subió en unos 10 minutos a una altitud de aproximadamente 4000 metros. Desde allí hay un buen mirador de la ciudad y de montañas cercanas, aunque no pudimos ver a los grandes colosos como el Cotopaxi o el Chimborazo ya que había algo de nubes.
De allí sale un sendero claro que te lleva hasta la cumbre de la montaña, la cual es visible toda la ruta. Teníamos por delante unos 700 metros de desnivel, que a esa altura, eran el doble de duros que subirlos por ejemplo en los Pirineos, por la falta de oxígeno.
El principio es una agradable caminata sobre páramo, con pequeñas subidas, 1 hora después se llega a un sitio más rocoso y más costoso de caminar y empiezas a bordear la cumbre, teniendo vistas del otro lado y de otras poblaciones.
Finalmente llegamos a una especie de cuello y trepamos uno 30 metros, a veces ayudándonos con las manos para alcanzar la cima de casi 4.700 metros. El tiempo se mantuvo estable, y aunque al ir ganando altitud las nubes hicieron aparición, no se quedaron, y pudimos disfrutar de un buen día con bastante sol.

Estuvimos 3 horas para subir y 2 horas para bajar y la verdad es que fue una experiencia muy positiva, me sentí muy bien a esa altura y no me entró el tan temido "soroche" (dolor de cabeza y malestar por la altitud) y en el camino conocimos a buena gente con la que compartimos la ascensión, como una pareja de un ecuatoriano y una suiza, o una mujer holandesa que finalmente no pudo llegar a la cima por cansancio.

En la cima nos estuvimos un buen rato haciendo fotos y contemplando y disfrutando de las vistas que eran espectaculares, cuando llegas a esas alturas te sientes en armonía contigo y con el entorno y de alguna manera vuelves a esa naturaleza humana, perdida por culpa de tanto desarrollo tecnológico y alienación consumista. La bajada se nos hizo un poco larga, pues eran 6 km caminando para subir y otros 6 para bajar y las piernas se empezaron a resentir.
En Quito, nos metimos una buena comilona y fuimos al hostal a ducharnos y descansar. Fue una gran experiencia.

Fotos de la ascensión:






lunes, 6 de junio de 2011

Desde Colombia (V): Un mes de Mayo en el Caribe

Pues sí, me pasé todo el mes de mayo en el Caribe, y no vi mucha playa que digamos, y ello fue debido a 2 acompañamientos:

05 - 10 de Mayo, Plato y Chivolo, Región de Magdalena

El acompañamiento empezó el día 5 que nos fuimos (Nick y yo) hacia la región de Magdalena, al norte de Colombia, cerca de la turística Santa Marta. Concretamente fuimos al municipio de Chivolo y veredas colindantes. En esta región se está poniendo en marcha el plan piloto de la nueva ley de víctimas y por ende se ha iniciado un cuestionado proceso de restitución de tierras, el cual no cuenta con las garantías suficientes para que se lleve a cabo.
Como el proceso no está siendo un proceso seguro, requirieron nuestra presencia algunos campesinos de la zona dada la situación de incertidumbre que se vive.

Fue un viaje increíblemente largo y batimos todos los récords; casi 23 horas seguidas de autobús hasta llegar al municipio de Plato, cercano al de Chivolo. Vi como 4 películas seguidas, a cual peor, sólo destacando una que se llamaba "The Gods must be crazy" sobre una tribu indígena africana bastante pasable.
Evidentemente llegamos tarde y nuestro referente nos consiguió un hotel para descansar y salir pronto al día siguiente.

Para llegar a las veredas de los campesinos nos adentramos en las llanuras tropicales características de la región del Caribe, caracterizadas por una mezcla entre vegetación húmeda, seca, sabana... Difícil de definir pero muy espectacular.
Los días se sucedieron sin muchas sorpresas, pues estuvimos asistiendo a reuniones y hablando con campesinos para informarles de los procesos que se estaban llevando a cabo sobre las restituciones.
Los atardeceres en aquella parte del país eran realmente espectaculares, siempre había presencia de nubes y el Sol se enrojecía hasta desaparecer en el horizonte, dejando un paisaje realmente precioso.
Como destacable también es que realizé una entrevista a nuestro referente muy interesante y pude poner en práctica mis dotes como periodista, las cuales se notaba que no había trabajado mucho, aunque el resultado creo que no fue del todo malo, pues el entrevistado nos dió mucha información interesante.

El acompañamiento se alargó para acompañar de vuelta a Bogotá a unos de los campesinos, aunque debido a una mala gestión, finalmente tuvieron que bajar solos y nosotros quedarnos un día más, porque no hubieron plazas para todos en el autobús. No fue del todo mal pues nos quedamos una noche más en el hotel y pudimos descansar tranquilamente.
La vuelta fue dura nuevamente, y volvimos a estar alrededor de 20 horas metidos en un autobús.

Algunas fotos:






16- 31 de Mayo, Sincelejo y Ovejas, Región de Sucre

Mi segundo viaje a Sucre fue bastante completo y movido. Como os podéis imaginar el viaje fue nuevamente largo (aunque no tanto como otras veces). Primeramente nos dirigimos a una finca a conmemorar el asesinato de un campesino, Rogelio Martínez, asesinado violentamente hace un año a manos de paramilitares.
Fue una conmemoración muy emotiva que reunió a varias organizaciones de derechos humanos, gente de la Teología de la Liberación, como también a campesinos y familiares.
Después de este acto, volvimos para Sincelejo y de allí cogimos un taxi para el municipio de Ovejas. Ovejas merece una especial mención, pues posiblemente tiene el Ayuntamiento más ruinoso que he visto en mi vida, pero aún y así, le encontré mucho encanto, pues me pareció un sitio muy auténtico.
De allí fuimos hacia los Montes de María, a una finca llamada "La Europa", en donde los campesinos habían iniciado un proceso de retorno a sus tierras, después de que fueran desplazados por el periodo de la violencia durante los 90. Pero este retorno no está siendo fácil, pues una empresa llamada "Arepas Don Juan" que hace básicamente arepas (tortas de maíz) les ha invadido la finca literalmente y ha empezado a plantar maíz a diestro y siniestro, privando a los campesinos que allí viven de que puedan cultivar sus alimentos.
Para ello nos enseñaron la finca en un par de excursiones bastante largas. Nos llevaron a caminar por senderos varios, para ver el impacto de la invasión, y también para ver lo rica y bonita que es la finca y poder saludar a las familias que allí viven.
La verdad es que la finca era muy grande, y te podías perder en ella, pues tenía varias montañas, ríos, caminos y demás.

Nos acomodamos en uno de los ranchos de la finca. Aquellos días se caracterizaron por dormir en hamaca con mosquitera, ya que habían bastante mosquitos (sobretodo al anochecer), por los cantos de los gallos, pavos, gallinas y demás animales, por el irnos a dormir pronto (como a eso de las 8 de la tarde) y por la rutina en la comida, compuesta por yuca, platano y arroz, con algunos días carne o huevo. Eso se comía tres veces al día y en grandes cantidades, lo que repercutió seriamente en mi estómago, con lo que una semana después de estar con esa dieta, el simple hecho de escuchar la palabra yuca, me hacía venir arcadas literalmente.

A modo de comentario freak, me enamoré de una cerdita llamada "Pacha", la cual actuaba más como perra que como cerda, cosa que resultaba muy graciosa, debido a que no tenía madre y se había criado con los perros. Incluso se íba a cazar.

Con el paso de los días fuimos a varias reuniones, realizamos una audiencia en el Ayuntamiento para que se pusieran las pilas con el problema que tiene la finca con la empresa de arepas, y finalmente, nos reunimos con el Gobernador de Sucre, el cual vino a la finca para comprometerse con los campesinos para que recuperaran la finca en su totalidad.
En verdad el Gobernador tenía un discurso muy populista y oportunista, pero almenos se consiguió que el caso se visibilizara y se movieran algunas fichas.

Una semana después pusimos fin al acompañamiento en la finca y volvimos para Sincelejo, allí asistimos a un juicio (el primero al que he asistido en mi vida) por el asesinato de otro campesino, y pude comprobar lo mal que está también la justicia en Colombia, pues por varias cosas se pospuso el juicio para otro día.

Visto esto, finalizamos el acompañamiento totalmente y decidimos descansar y pasar un día en la playa, ya que tanto estar en el Caribe y todavía no había visto el mar.

Fuimos a Tolú, a unos 40 km al norte de Sincelejo, pueblo conocido por ser uno de los primeros que pisaron los conquistadores españoles a su llegada a las costas colombianas y por ende es uno de los más antiguos de Colombia.

Haré otro artículo sobre Tolú, ya que me suscitó varias reflexiones. Después de Tolú, volvimos a Sincelejo, nos despedimos de alguna gente de allí y volvimos a Bogotá poniendo fin al acompañamiento más largo que he realizado.

Algunas fotos del acompañamiento: